por Joaquín Sánchez Blas
Algunos historiadores aseguran que los mazahuas provienen del norte de la República, de la mística Chicomoztoc, ciudad de las siete cuevas, que fue invadida por otras tribus “superiores”, dando origen a un éxodo de tribus hacia el sur del país. Junto con los otomíes los mazahuas fueron los pobladores más antiguos de la región central, aunque algnos estudiosos piensan que los mazahuas fueron últimos en llegar a esta región.
Motolinia nos dice: ¨Los primeros propios moradores de la Nueva España eran gentes que se llamaban chichimecas y otomíes¨.
Los anales de Cuautitlán hablan de una migración acaecida en el año 538 d. c., en la que venían cinco tribus cuyos jefes eran: Eecatl, Cohuatzon, Mazacoatl, Otzxiucoatl, Tlalpanhuitz y Huitz. El tercero de ellos se identifica como el caudillo de los mazahuas.
El mismo autor afirma que los mazahuas ocuparon este valle al mismo tiempo que los matlatzincas, hacían lo propio en el valle de Toluca, estableciéndose en las faldas del Xocotepetl (Xocotitlan).
En la época prehispánica Japui, nombre original mazahua, fue el asentamiento del grupo étnico mazahua, al que después le impusieron el nombre náhuatl de Ixtlahuaca, perteneciente al señorío de Jocotitlán, del cual fue tributario.
Se llaman mazahuas, no por la etimología: mazatl, venado y huac, dueño o poseedor; dueño o poseedores de venados. Fray Bernardino de Sahagún nos dice: ¨ que el nombre de mazahuas se le atribuye a su caudillo Mazacoatl y Mazahuacan: lugar de donde residen los mazahuas, por lo que se descarta el significado etimológico.
Pequeños grupos se dispersaron por esta extensa zona, instalándose en los cerros, cuevas, cerca de los ríos, manantiales o lagunas, formando grupos familiares o calpullis. Los mazahuas se llaman así mismos ¨hñato¨: el que habla mazahua, lo verdadero.
Fueron conquistados por los toltecas, chichimecas, y por los aztecas de la Triple Alianza, dependiendo del señorío de Tlacopan (Tacuba), perdiendo su estado nómada al tener contacto con las civilizaciones del Altiplano, pasando a ser sedentarios y construir chozas y cultivar la tierra. En estas actividades participaba la mujer mazahua, ayudando a su pareja, levantando o cargando bultos pesados. Tanto el hombre como la mujer utilizaban el “ceñidor”, que es una faja estructurada de lana o algodón y labrada. Se la colocaban dando cuatro o cinco vueltas en la cintura, para protegerse de un desgarre abdominal (hernia), así como para sostener el hombre su calzón de manta y la mujer sus enaguas. Además la mujer se encargaba de cocer en una olla de barro el maíz con cal (nixtamal), prender el fogón, colocar el comal y moler en un metate el nixtamal para ir colocando las tortillas, que ya cocidas se colocaban en el chiquihuite.
Además preparaba el almuerzo o desayuno, la comida y la cena. Aseaba la casa, lavaba la ropa y cuando estaba criando lavaba pañales, tenía su telar de cintura para tejer la tela que utilizaba para sus faldas o zarapes, etc., en fin el quehacer de la mujer era agobiante.
Fray Bernardino de Sahagún nos describe la vestimenta de la mujer mazahua: ¨El huipil les llegaba hasta las rodillas y las enaguas eran tan largas que les llegaban en los tobillos. Estas prendas eran de algodón, lana o ixtle, finamente tejidas, algunas mujeres llevaban uno o dos huipiles, según las posibilidades de cada una¨.
Una prenda indispensable de la mujer mazahua era el quesquemetl, también de lana o algodón con bordados multicolores que eran verdaderas obras de arte de hábil inspiración, hasta la fecha tiene demanda dentro y fuera del país.
Después de la conquista española, hasta mediados del siglo XX la mayoría de las mujeres mazahuas usaban una blusa ampona de charmés con colores subidos y brillantes con adornos de encaje, sueltas hasta la cintura. La enagua y chincuete, eran de color azul o negras con rayas blancas, que confeccionaban en los telares rústicos de cintura, eran puestas a los tobillos se hacían en la cintura siete pliegues (de ahí el nombre de chincuete, siete vueltas) y la sujetaban con una faja demasiado larga, también de lana o algodón, que alcanzaba a dar cuatro o cinco vueltas, también llamado ceñidor, bordado de figuras de pájaros, estrellas, flores o venados con colores muy llamativos.
De sus oídos colgaban arracadas de oro o plata, casi siempre de filigrana con figuras de pájaros o palomas con los piquitos juntos. El cuello lo adornaban con gargantillas de cuentas de vidrio multicolores (de 10 ó 12 hilos) que caían sobre sus pechos.
En la época colonial agregaron el rebozo, que daba a la mujer mazahua una personalidad especial, resaltando su belleza, además le servía de abrigo, adorno o de cuna amorosa.